La historia de Doña María Coronel

La protagonista de esta leyenda es Doña María Coronel, hija de Alfonso Fernández Coronel, quien desempeñó el cargo de copero del rey Don Pedro I.

Doña María Coronel contrajo matrimonio rápidamente con Juan de la Cerda, descendiente de la familia real de León y uno de los principales conspiradores en el levantamiento de los Trastámara contra el rey Pedro I. Esta conspiración condujo a la condena de Juan de la Cerda como traidor, y tras ser capturado en batalla, fue decapitado por orden del monarca.

Con el tiempo, Doña María Coronel comenzó a recuperarse de la pérdida de su esposo. Se dedicó a administrar los bienes que le pertenecían por dote, ya que los bienes de su esposo habían sido confiscados por el rey. Su casa, ubicada junto a la iglesia de San Pedro, fue derribada por las órdenes del monarca.

El destino tenía preparado un giro inesperado. Doña María Coronel y el rey Don Pedro I se cruzaron por casualidad. Desde ese momento, el rey quedó cautivado por su belleza y comenzó a perseguirla con la intención de conquistarla. A pesar de los intentos de la dama sevillana por huir, Don Pedro siempre la encontraba. Desesperada por poner fin a esta pesadilla, Doña María Coronel tomó una decisión extrema: arrojar aceite hirviendo sobre su rostro para desfigurarse y poner fin a las pretensiones del rey.

Movido por un inmenso sentimiento de culpabilidad, Don Pedro I le concedió el solar de su difunto esposo a María Coronel. En este lugar, ella construyó el Convento de Santa Inés, un monumento que perdura hasta hoy como uno de los más característicos de la ciudad de Sevilla.

La cabeza del Rey Don Pedro En el siglo XIV, el monarca se vio involucrado en un trágico suceso. Durante uno de sus recorridos nocturnos, Don Pedro se encontró con el hijo del Conde Niebla, un fiel partidario del hermano bastardo del rey en la lucha por el trono. Ambos se enfrentaron en un duelo que resultó en la muerte del hijo del Conde Niebla.

El sonido de las armas atrajo la atención de una anciana que vivía en la calle donde ocurrió el enfrentamiento. Al encender un candil para ver lo que sucedía, reconoció rápidamente al rey Don Pedro como el autor del crimen. Temerosa, cerró la ventana y dejó caer el candil a la calle junto al cadáver. Don Pedro mandó a las autoridades para llevarla ante él como testigo.

Durante el interrogatorio privado, la anciana sorprendió a todos al colocar un espejo frente a su rostro y declarar: “Aquí tenéis al asesino”. Para resolver la situación, Don Pedro ordenó cortar la cabeza de una de sus estatuas de mármol, colocarla en una caja de madera y dejarla en una hornacina en la misma calle donde ocurrió el trágico suceso. Esta cabeza de mármol, conocida como la “Cabeza del Rey Don Pedro”, se encuentra aún en la actualidad en esa misma calle.

El Cachorro de Triana

Cuenta la tradición que en el barrio de Triana vivió un gitano apodado Cachorro, que fue víctima de un asesinato por celos sin fundamento. El escultor Don Francisco Ruiz Gijón, testigo de este trágico evento, plasmó la expresión de Cachorro en la figura de la talla del Cristo de la Expiración.

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